Cada vez que existe en Lima un cielo despejado, automáticamente se que esa noche tengo una cita con las estrellas. En la siguiente metáfora que realicé en un retiro en el campo agradezco a aquellas personas que desde hace mucho tiempo me acompañan. Todas son importantes, pero algunas de ellas son realmente especiales. Y lo más hermoso, es que los amigos nunca dejarán de aparecer: son simplemente estrellas.
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La noche no podía ocultar la belleza en la Tierra,
por eso apareció la Luna.
La Luna no podía estar sola velando el sueño de la Tierra,
por eso está rodeada de Estrellas.
Desde hace mucho tiempo, la Luna y las Estrellas se hicieron amigas
y juntas conversan todas las noches mientras la Tierra duerme.
Pero la Luna no es como las Estrellas y a veces siente pena por ello,
así pues, se esconde por unos días para pensar en sí misma.
Y cuando apenas está asomándose y su figura va creciendo,
sus amigas parecen alentarla para que se muestre entera.
Entonces la Luna crece y crece, y se pone redonda y hermosa,
mientras que las Estrellas le aplauden y bailan entre colores y brillos.
De esa manera, la Luna ilumina con sus amigas a la Tierra
y juntas celebran su amistad, en silencio, hasta el amanecer.
Pero pasan las noches y la Luna agotada quiere descansar,
así van menguando su bello rostro y su energía poco a poco.
Y las Estrellas rezan por ella para que pronto vuelva a crecer
mientras la Tierra se queda soñando a la luz de ellas.
Así ha sido la noche en la Tierra desde sus inicios.
Así está pactada una amistad eterna.
—– O —–
Por eso esta noche, al ver la luna llena y las estrellas
yo me acuerdo de ustedes, amigas mías,
que están conmigo pese a yo ser diferente.
Y me entienden, y me ayudan a crecer y ser fuerte.