A veces conocemos a personas en una reunión social, alguien nos presenta, tal vez nos ‘hacen el bajo’ (1) y voi-là. Otras, en cambio, nos lanzamos a hablar de cualquier cosa, en ese instinto animal que llevamos dentro y buscamos ‘llamar la atención’ para ser elegidos. Con internet se potencializaron las citas a ciegas y hasta algunas se globalizaron en encuentros intercontinentales, ya hablaré de eso. Pero existe otra forma, inesperada e inolvidable, en la cual aparece una persona y tal vez quede para siempre o simplemente desaparezca: Un encuentro casual que ocurre en plan Hollywoodense como un gran hito en nuestras vidas.
Algunos podrán argumentar que es el destino, que así tenía que pasar. Dos vidas que se cruzan: es «por algo». Un mensaje por dar, uno por escuchar. Una nueva amistad, tal vez algo más: ¿hasta dónde quisieras llegar? Otros, aguafiestas, dirán que le damos más importancia a un hecho trivial producto de nuestra sensibilidad o deseo de ‘ser especiales’ aunque sea por una vez. Pero qué importa lo que digan los demás, este es ‘nuestro momento’.
Yo siempre me he quedado asombrado por la facilidad que posee mi madre para conocer personas y hablarles con una confianza especial, como si fueran amigos de toda la vida cuando en realidad se acaban de conocer en el autobús. Y pensé que dentro de todas las habilidades heredadas no tenía esa, hasta que, sin pensarlo sucedió…
–Hola, disculpa, ¿me podés cuidar las cosas? Debo ir a canjear el boleto para abordar allá arriba pero no quiero subir con todo, no tardaré nada.– Me dijo una mujer, de 26 años, con voz cálida, de apariencia frágil y de belleza peculiar. Ella acababa de llegar de un viaje largo en autobús y en el terminal de Retiro las boleterías están en el segundo nivel, así que entendía sus razones. Sin embargo, dudé en hacerlo porque en mi país siempre tenemos que desconfiar un poco por «seguridad», es decir, ponerme paranoico y pensar que tal vez su equipaje podría contener algo que luego me pueda poner en una situación compleja.
–Ok. No tardes, mi bus sale a las 2:30– le respondí omitiendo la situación de alerta confiando en la sonrisa que me regaló (sí ya sé, pavadas). Ella volvió pronto, me agradeció y tras un pequeño respiro me preguntó hacia donde iba. Luego de presentarme le expliqué de donde venía y mi destino, se quedó sorprendida y tal vez el hecho de saberme extranjero le facilitó romper el hielo.
Sin darme cuenta estaba nuevamente escuchando una historia de amor: ¿cómo una desconocida fue capaz de abrir sus sentimientos hacia mí? Tal vez fuera el perfume, tal vez mi apariencia de chico tranquilo, tal vez el hecho de venir desde tan lejos y tener otro punto de vista, nunca lo sabré. Pero su drama era muy fuerte y, con lágrimas que se negaban a saltar, solo atiné a darle la razón y entender que por casualidad tenía que estar en ese momento a su lado, para hacerle sentir bien. Entregarle así un momento de paz, un ‘abrazo gratis’ y una sonrisa pintada con pinceles ajenos; en esa noble labor que aprendí en casa.
Antes de que dieran el aviso de embarque de mi autobús, negué en mi cabeza la posibilidad de seguir en contacto. No quería mancillar mi aparición «disque» divina con la continuidad a distancia. De esa manera, el recuerdo sería más especial, pensé. Entonces me despedí como lo haría mi madre con esos ‘desconocidos’ del autobús, y empecé un viaje que cambiaría mi forma de ver la vida. Es que, a veces, la recompensa la recibes sin darte cuenta.
Actualmente vivo en una etapa de soledad, pero bien acompañado. No me falta nada, luché para obtener esa tranquilidad que en aquel entonces le compartí a esta chica, quien, luego, también me aconsejaría con sinceridad. Desde una tribuna preferencial pudimos ver nuestros corazones, heridos pero deseosos de continuar, y me doy cuenta de que en ese momento empezaría una nueva búsqueda en mi vida…. Solo espero que ella, donde quiera que esté, haya podido encontrarse a sí misma.
A ti –querida desconocida–si algún día volvemos a coincidir, recuerda que ♫Aprendiste a tener miedo pero hay que correr el riesgo de levantarse y seguir cayendo…
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‘Hacer el bajo’: acompañar, ayudar a conocer / enamorar.
Pero qué bonito! Enhorabuena, la vida nos regala momentos tan mágicos y personas que nos cambian la vida! Un abrazo!
Es cierto Vanessa, y a veces no les damos la importancia a aquellos momentos. Es bueno parar y ponerse a pensar que todos podemos ayudar con cosas sencillas, por ejemplo: escuchar 🙂 Un abrazo