Nuestros cuerpos en oposición, complementándose sin parar
¿Qué nos podría detener? ¿Quién lo va a evitar?
Nuestro peor enemigo duerme en nosotros mismos: deja ya de pensar
El miedo hacia lo desconocido y lo nuevo suele ser una traba para aquellos que normalmente nos entregamos sin medidas. Siempre existirá un disparador, explosivo que nos permitirá derrumbar, aunque sea por un segundo, la muralla que nos divide entre lo que queremos y lo que podemos. De ese modo, somos capaces de darle rienda suelta al sentimiento: simple erotismo, pura curiosidad, sincero amor.
Vivimos, aún, rodeados de tabúes, mitos y paranoias sobre nuestros cuerpos y nuestros deseos; sobre los formalismos de una relación y lo que conlleva: Responsabilidad. Un mundo dentro de otro mundo, lleno de estrés y de lucha constante. Es decir: Encima de nuestras rutinas, se nos ocurre complicarnos, limitarnos, llenarnos los bolsillos de piedras en lugar de dejarnos llevar, no desmesuradamente pero sí por el camino que sentimos que es el correcto. Los instintos, que no son infalibles, muchas veces nos conducen por lugares atrevidos e intrínsecos. ¿Para qué arrepentirse? ¿Quién es quién para juzgar?
Cargar con los prejuicios solo nos impide llegar a un estadio nuevo, salir a descubrir para luego entregar, en cada experiencia, algo nuevo. Cambiar de paradigma, romper esas prohibiciones. La vida es un tren en el que si tardamos en decidir, podemos perder situaciones nuevas, quizás mejores a las que en este momento atravesamos, quizás peores. De cualquier manera, la vida nos exige eso: arriesgarnos cada vez en tiempos más cortos. ¿Cómo nos preparamos para eso? En lo laboral y lo profesional, la propia experiencia y la resolución de casos nos permiten agudizar nuestros instintos, pero: ¿Qué hay de los sentimientos? El primer beso: aquella primera entrega. O simplemente expresar nuestros sentimientos, algo así: Te quiero ahora, no sé mañana, pero hagamos que el ahora dure para siempre.
Conclusión:
No existirá una verdad absoluta sobre si es recomendable o no salir de nuestra zona de confort. No obstante, con el pasar de los años nos hacemos duchos en darle a nuestros cuerpos lo que sabemos que necesitamos, una alegría, una escapada, un «algo nuevo» que nos impulse; pero lo reprimimos y, muchas veces, nos dejamos vencer por «el qué dirán» o por el miedo a volver a equivocarnos. Y es que a medida de que exploramos más posibilidades, nos damos cuenta de que lo que queremos ya no solo está compuesto de 3 colores básicos, sino de toda la gama de colores que somos capaces de distinguir. Puedo equivocarme, corríjanme, pero seguiré creyendo sin arrepentirme de que ♫Algunas noches soy fácil, no acato límites…
Creo que hubo una coincidencia de tiempo y espacio 🙂
Excelente tu tema!
La naturaleza del ser humano es estar siempre a la expectativa, y con temores, es ahí cuando nuestros mecanismos defensivos empiezan a funcionar, pero esos mismos temores son los que a final de cuentas nos hacen reaccionar de una u otra manera, tal vez correcta o no, pero de eso aprendemos.
Saludos!!
Muchas gracias por tu visita y por tus palabras. Es lo bonito de escribir, puedes encontrarte a alguien quien ‘sí te entienda’ -para burlarme un poco del nombre de mi blog’. Coincido con tu comentario, y, de hecho, sería bueno romper prejuicios que, muchas veces, nos conducen por un único camino, el «seguro».
Un abrazo!
Totalmente de acuerdo con tu reflexión.
Si vivimos sometidos a prejuicios nunca podremos explorar el sabor de algo nuevo.
A veces hay que arriesgar, saltar, coger impulso para descubrir nuevos caminos y no quedarse solo en los seguros. Puede salir bien o mal, pero quien no arriesga siempre se queda en la duda de lo que pudo ser y no fue.
Abrazo, Paolo.
Gracias por tu comentario y tu visita, me alegra cada vez saber que no soy el único loco que arriesga por estos lares, jaja (sí, geográficamente no estaremos cercanos, pero no me quites la ilusión)
Un abrazo!
Muy acertadas en su momento las publicaciones…