gana el extrañar tus besos, tu voz, tu cariño.
Un mensaje de texto, una videollamada,
virtualmente es amor, realmente es inefable.
Era un terreno nuevo para los dos, desarrollamos un sentimiento mágico, de esos que causan hasta envidia y curiosidad. Una sensación de poder contra todo, que el corazón se vuelve capaz de romper prejuicios. Tanto así que, para añadirle puntos al lado épico de nuestra historia, tuvimos que alimentar la ilusión de un reencuentro para poder sostener la relación que construimos así, sin habernos dado cuenta. Es que, a veces, la caprichosa vida nos pone en esas encrucijadas. Tener que alejarnos por causas exógenas aun cuando nuestras almas estén atadas por ese hilo invisible que es el amor. Tomar la decisión de seguir, de adaptarse, de buscar nuevos canales para decir ‘Te quiero’ ya que -hoy en día- tener un poquito de ti es cuestión de un ‘tucutin’.
Nos adaptamos a causa de la evolución, y con estos cambios nuestra forma de querer también sufre un giro: Sentimos cariño al leer palabras en el móvil, nos alegramos con esos locos videos, con esa sonrisa en la pantalla, y, quizás, a la antigua, con esas cartas y cajas con sorpresas que llegan un día a nuestro buzón. Es que tal vez nos volvemos ‘conformistas’ o simplemente somos esos tontos que soñamos con lo poco. Ilusos, que pierden la cabeza por una sonrisa lejana provocada con un detalle cualquiera. Porque en la fantasía y la simulación mental que llevamos, todo es perfecto ¿seguirá siendo así cuando esa persona vuelva a nosotros?
Mientras tanto, perdemos el tiempo entre nostalgias y rabietas, en esa no aceptación del ‘no estás acá’. A veces veinte días o un año duelen igual, a veces ese egoísmo de quererle solo para nosotros nos vence. Eso que dicen de seguir con nuestras vidas es algo ilógico en circunstancias de «te estoy esperando, vuelve pronto». Sí, como idiotas, enceguecidos por una esperanza de tenerle cerca, planeando el reencuentro, pensando en cómo estará a la distancia, tratando de cumplir con lo que ofrecimos, rechazando salidas porque preferimos aunque sea chatear con esa persona, en un claustro automático incomprensible para los demás. Y así, en ese círculo vicioso de una adicción desmedida, perdemos la concentración. Qué tontos, qué cursis…

Francisco Javier Olea – Oleísmos – Señorita, disculpe, ¿me podría dejar un espacio ahí adentro? Es que el joven tiene examen de historia
Conclusión
¿Cómo enfrentar el yo sin el tú? ¿Qué haremos tan lejos? ¿Debo salir con mis amigos o debo esperarte en casa? ¿Estás padeciendo de lo mismo? ¿Cuánto falta para que vuelvas? ¿Me parece o te estoy empezando a ver en cualquier parte? ¿Es que, acaso no puedo estar sin ti? ♫sé que puedo estar sin ti porque sé que estás conmigo.
A veces creo que somos nosotros los que le ponemos las encrucijadas a la vida…
Tal vez sea así para así poder sentirnos vivos…
Me encantaa!!! jajaja esa imagen de arriba para mi es vigente aun no caduca , yo pataleo una y mil veces porque extraño a esa persona en mi vida, aunque debo ser agradecida y seguir siendo también feliz por tenerlo cerca y estar junto a el…
¿Lo cuentas porque te pasó?
Podría decir que sí, pero no tan «así»