Meteorito

¿Habrás sido tú quien debía quedarse?
Decidir sin arrepentirse, tarea difícil y aún pendiente.
Dejar ir para esperar a que algún día pueda volver,
pues cala más hondo lo repentino que lo estático.
Liniers – Hablaron un ratito en una fiesta. Eso fue todo, nada más. Caminando por ahí, un día casi se cruzan. Pero, no. Todo es muy poco a veces.

Liniers – Hablaron un ratito en una fiesta. Eso fue todo, nada más. Caminando por ahí, un día casi se cruzan. Pero, no. Todo es muy poco a veces.

Una historia inolvidable se compone de la suma de diferentes sensaciones que nos aportan, en tiempo y espacio, eso que llamamos ‘locura’: los momentos previos llenos de ilusión y riesgo, el contexto en el cual empieza todo -mientras más épico, mejor-, el rompimiento del hielo, las fricciones entre dos curiosos sintetizadas en palabras o miradas, esas sensaciones en común, la conexión física y virtual, la convivencia, el aprendizaje y su balance, las discusiones apasionadas –esas que acaban en noches incendiarias en una cama cualquiera-, para luego terminar en la asincronía, la amargura del ‘ya no me entiendes’, el derrumbe del imperio de las promesas adornadas de ‘para siempre’ y las cenizas de una vida planificada, aunque sea hasta mediano plazo. Llega así el final, sin culpables ni recriminaciones, por cualquier motivo, hasta que se decidan –si quieren- a bajar la guardia. Una historia inolvidable puede compendiar todo ello en apenas horas, meses o años, según sus personajes se arriesguen.

Cuando una relación no dura mucho no quiere decir que el dolor que provoque su final sea menor o leve ni que el olvido sea más accesible. Porque en su breve paso todo pudo ser perfecto, sin expectativas ni demandas. Cuando menos se planean las cosas y se dejan los sentimientos en manos del instinto y del corazón, el amor suele volar como en los niños, quienes ven la felicidad en las cosas simples. Una relación corta podría marcar más por su fugacidad ya que plantea en su final la incontrolable pregunta de «¿y si lo intentamos de nuevo?», una gran amenaza para la estabilidad de cualquier relación futura y, sin duda alguna, un referente para lo que luego será el paradigma de quienes realmente queremos a nuestro lado. ¿Quién llenaría aquel vacío sino aquella misma persona que lo dejó? Y no nos damos cuenta de que está en nuestras manos el seguir con lo que tenemos, abriendo las puertas para otra ‘inesperada’ colisión, para la situación incomparable, para arriesgar todavía más.

Mientras tanto el recuerdo sobre el final nos agobia, como la agonía de quien se resignó a perderlo pero se arrepiente en el último momento, a tres jugadas del jaque mate. Se inmortalizan así la gloria de una nueva oportunidad, la esperanza del reencuentro, la curiosidad de los terceros sobre un futuro indecible, aunque ellos salgan sobrando. Y queda el tatuaje perenne de un amor idealizado, de lo que pudo ser y no será, de los detalles y los recuerdos. De una nostalgia alimentada por el sueño irrenunciable de tener lo que ya no es nuestro, de desearle lo mejor aunque ya no esté en nuestras manos hacerlo. De las confesiones tardías, de la melancolía simultánea, las casualidades forzadas y la suerte no tan echada.

Estefanía Mitre - "Y debo decir que confío plenamente en la casualidad de haberte conocido. Que nunca intentaré olvidarte, y que si lo hiciera, no lo conseguiría. Que me encantaba mirarte distraído y que te hacía mío con sólo verte de lejos. Que adoraba tus lunares y tu cuello me parecía el paraíso. Que no fuiste el amor de mi vida, ni de mis días, ni de mi momento. Pero que te quise, y que te quiero, aunque estemos destinados a no ser."

Estefanía Mitre – «Y debo decir que confío plenamente en la casualidad de haberte conocido. Que nunca intentaré olvidarte, y que si lo hiciera, no lo conseguiría. Que me encantaba mirarte distraído y que te hacía mío con sólo verte de lejos. Que adoraba tus lunares y tu cuello me parecía el paraíso. Que no fuiste el amor de mi vida, ni de mis días, ni de mi momento. Pero que te quise, y que te quiero, aunque estemos destinados a no ser.»

Conclusión

Toda relación sincera es ‘a prueba de olvido’, según cómo se construyeron sus recuerdos. El tiempo y la distancia son solo factores que hacen que la lucha por el amor sea más o menos legendaria, como en los cuentos de hadas. Pero, más allá de creer en la magia de un ente celestial que nos permita alcanzar a quien tanto buscábamos, la verdadera motivación se encuentra en el aprendizaje de aquella relación que tanto nos gusta recordar: ¿Por qué funcionó tan bien? ¿Por qué terminó? ¿Qué garantías tenemos de que funcione si lo volvemos a intentar? toda mi vida ¿dónde has estado? Me pregunto si te veré otra vez…

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Acerca de PaoloCesare

Calmo, analítico, consejero, buen compañero, gran amigo (eso dicen, no les crean). Me atrevo a escribir para compartir y aprender con Uds.
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2 respuestas a Meteorito

  1. Nayelí R dijo:

    No sé quién es Estefanía Mitre, pero esa oración es de Julio Cortázar y pertenecese a su libro Rayuela. Saludos.

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