realmente harto de complacer y sonreír a demanda.
Estaba ensimismado, indiferente, había perdido el interés,
hasta que llegó una última instrucción: ¡Ven aquí, abrázame!
Hoy en día nos es cotidiano ver personas concentradas frente a una pantallita estúpida, que caminan o están rodeadas de gente pero que dejan de prestarle atención al entorno. Además, es contagioso y penoso, sentir que debemos actuar como los demás y tener que acostumbrarnos a dejar de mirar a los ojos para enfrentarnos a la sinceridad de una mirada, conformándonos con echar de menos la sutileza de una voz que nos acompaña, haciendo pasar esa sensación de complemento por un transductor que lo deja en su mínima expresión. ¿Es que acaso estamos involucionando con la evolución?
Existen muchos motivos para que una relación pierda estabilidad, siendo los errores de comunicación uno de los principales. Asumimos cosas por señales, indicios o percepción errada, damos por entendido decisiones que seguramente no tenían que ser así, que reflejan simplemente nuestros miedos. Andamos a la defensiva, esperando que nos ataquen como si durmiéramos con el enemigo. Y, en esa desconfianza, no percibimos que estamos rompiendo las bases de lo que estábamos construyendo, para luego dejarnos caer inevitablemente. Ciegos, creemos que con un mensaje por whatsapp podremos suplantar la calidez de un «te quiero», deformando así lo que antes era una simple herramienta para hacerla una excusa para no salir, para no estar en el cara a cara, para no entregarse.
No fallan los medios, fallamos nosotros. Los mensajes espontáneos y graciosos se deforman, y los chats hasta en el baño se traducen en el encarcelamiento más ingenuo que uno haya podido tener, sin haber sido juzgados. Anunciamos un amor como si fuera una película de Hollywood, publicando hasta nuestra propia biografía sin saber que hay vacíos e inconsistencias en ella, sobre todo en nosotros mismos –fallas de origen–. Al final, dejamos que nos coman la cabeza, y perdemos el discernimiento sobre qué es lo privado y qué es público. Tal parece que eso de los teléfonos inteligentes solo es para la gente inteligente.
Conclusión
En un mundo en el que el tiempo con los seres queridos ya no vale oro, en el que el «doble check» tiene más credibilidad que un abrazo, en el que tu situación sentimental se refleja por la cantidad de selfies que te etiquetas para ponerlos en tu estado de facebook… ¿qué podemos esperar? Tal vez en algún momento, hartos de tanta estupidez injustificable, involucrados tontamente en la conformidad de expresar nuestros estados con emoticones y hashtags, llegará ese alguien que nos ‘cuadre’ y nos haga dejar ese aparatito inane diciendo: ♫ ¿quieres venir y matar el tiempo? ¡Pon tus brazos alrededor mío!
Buenvenido a al siglo XXI 🙂 es el precio que pagamos por conocer a más gente y tener más posibilidades. Antes, el círculo de amistades era pequeño (ahora sigue siendo igual realmente) pero ahora tenemos cientos y miles de conocidos y nos hemos acostumbrado a mantener a todo el mundo informado de lo que nos pasa, aunque les importe poco. Eso que dices de mensajes hasta en el baño es cierto, es una cadena, una opresión total pero que no se ve y que por tanto no se le pone remedio… volvamos a la naturaleza! (eso sí, también tiene muchas consecuencias negativas)
totalmente de acuerdo, vivimos con cadenas invisibles gracias a la conexión inalámbrica. Y nos va a costar volver a ser nosotros mismos: exploradores, creativos y humanos -sobre todo-. Un abrazo.
Al final va a resultar que Orwell se quedó corto con su 1984. El control de la privacidad se extiende sin límites. Pero cada uno de nosotros seguimos teniendo la posibilidad de apagar. De momento. Un saludo, Paolo.
Así parece, nuestra oportunidad de seguir interactuando en modo ‘Peer to Peer’ se va reduciendo y ya ni cuenta nos damos, pero aún podemos desenchufarnos y echarnos a andar. ¡Un abrazo! y gracias por comentar.
http://unahistoriadeamorenpedazos.blogspot.com/
Interesantes historias, bienvenida cuando gustes.
Estoy de acuerdo con todo lo que has escrito pero….con reservas. Si no hubiera sido por esta tecnologia no habria conocido tu blog y habria perdido la oportunidad de leer tus fantasticas reflexiones. Nada sustituye un abrazo pero a veces cuando hay distancia, un mensaje es la unica tabla de salvacion a la que aferrarmos. Un besito!
Claro, en determinados contextos, en algunos momentos yo también valoro la tecnología… mas no en un círculo vicioso de desconectarse de la realidad para enchufarse al móvil. Reemplazar la compañía real o hasta preferir los chats en lugar de conocer personas a la antigua. Un besote!