Liniers – Un poquito más

Cuántas veces hemos estado al borde de la locura, apostando por quien apenas nos mira sin importar lo injusto que podría ser amar apasionadamente recibiendo un mágico te quiero a cambio. ¿Acaso lo mínimo para nosotros es suficiente? Nos cuesta un poco entender que no todos queremos por igual, que cada uno se entrega de manera diferente, y que a veces perder puede sumar en el amor. Cuando dejamos que todo eso fluya por naturaleza, empieza el desprendimiento, ese que llama la atención, lo que nos hace estar más felices que en cualquier otro momento de libertad y alegría. Sin darnos cuenta, en entrega y disposición, incluso a ciegas, vamos por allí esparciendo ese sentimiento, esperando el milagro implícito, la respuesta en favor de nosotros, el «te quiero» de a dos, como debería ser realmente.

Y al ver al cielo, contemplando un sol que luchaba por no ser tapado, me pregunté para redefinir viejos conceptos: ¿Qué es un eclipse? Y me atreví a responder, sonriendo, mirando tu recuerdo como siempre que intento sentir paz, que es cuando tú le sonríes a la vida y la vida se queda sin respuestas ante tu grandeza, cuando triunfa el esfuerzo y de pronto pareces olvidarte de cualquier miedo, y vence el amor, la ternura, la alegría y la espontaneidad. Comprendí que darse de esa manera solo se sostiene si nos alimentamos de las pequeñas cosas, pero que no tiene sentido si no recibimos las respuestas necesarias en nuestro día a día, pues la nobleza no significa sacrificio eterno. La ilusión no se resignará a terminar, la esperanza no le dejará. Y ese conflicto interno anhela ese eclipse, la derrota de los peros, el «te quiero» de verdad.

Hay sitios a los que uno no quiere ir solo, a los que no queremos profanar con nuestro egoísmo sino que debemos conservar para ir con esa persona que nos tiene en espera. Así, como tontos, reservamos momentos, espacios, y aventuras. Quizás sea la esperanza, quizás una extraña forma de darle importancia a quien parece ser solo una fugaz figura que deberíamos dejar ir. Resignarse a la soledad en estos tiempos de conectividad es complicado, nos hemos vuelto controladores sin saberlo. Y, sin embargo, hemos entregado nuestra libertad, tan fácilmente, que una palabra suya bastará para hacernos soñar…

Amado Nervo – Si tú me dices: “¡Ven!”, lo dejo todo…

Conclusión:

Cuando todo acabó y estamos en situación de espera, de que ocurra un milagro, de que vuelva la alegría. Una oportunidad más, justa y necesaria, aunque no sea cierta, aunque sea improbable. Cuando tenemos ganas de entregarlo todo y no nos importa recibir poco o nada a cambio, en una especie de generosidad absurda, incomprendida y hasta innecesaria, pues sabemos, en el fondo, que sería una mentira. Gritarlo al viento, y pedir con el corazón en la mano: ♫dime que me quieres, si no, entonces miénteme