No había nadie alrededor
quien pudiera sostener mis manos.
No había nadie que me entendiera,
eso es lo que creí.
Hay una parte de nosotros que muchas veces omitimos. Una parte que nos reconstruye si estamos derrumbados, la que actúa de voz de conciencia y nos protege, como si se tratase de un instinto superior. Esta parte que muchas veces actúa en enlace con los demás y que cumple su labor de rescate sin que le prestemos importancia, como cuando súbitamente tomamos un nuevo camino cansados de un sendero de monotonía y dolor. Esta no es más que una actitud de que pocos aplican conscientemente, el «Porque Yo lo valgo». Y es que con tantas cosas por hacer muchas veces nos olvidamos de hacer lo que realmente nos suma: todo aquello que nos gusta y que hace que los demás reconozcan la felicidad contagiosa en nosotros. Ese amor propio, el amor que guardamos y que no acostumbramos sacar a la luz. Que se sientan orgullosos, acompañados, que sientan así que también pueden.
Decir que hay algo en nosotros que interactúa con otros de manera transparente y que muchas veces nos rescata sin que nos demos cuenta, convirtiéndonos en ángeles oportunos que nos abren la vista aunque sea por un minuto. Tal vez todo esto tenga una connotación más religiosa. Pero viendo en la perspectiva del prójimo, todos sabemos que existen esas personas que tienen «ese amor» y que te hacen confiarles todo, porque «son amor«. Una categoría nueva para una palabra tan mal usada. Un amigo, una pareja, un familiar, un desconocido. Alguien con esa paz interior tan atrevida que nos hace entregarnos y contagiarnos. Nos muestran el alma, su composición, y nos la alimentan. Todo ello siempre lo encontraremos en las cosas sencillas, cuando volvemos a ese esencial modo que de niños teníamos, un aprendizaje para la vida.
Cuando te encuentres con una de esas personas, atesórala, quiérele en libertad, aprende a seguirle incluso a la distancia. Aprende con ella de esa forma de vida casi alienígena, porque pertenece a una clase guerrera en extinción, una que lucha con la palabra y con la sonrisa. Yo sé que todos encontramos a uno, al menos, que nos hizo sentir como en casa cuando le vimos sonreír. El amor no solo es un sentimiento, sino también un enlace fino e imperecedero con todas esas cosas que nos volvieron a hacer niños. Así de mágico, presérvalo. El fin del «Nadie Nos Entiende».

Mario Benedetti – Nos enseñaron desde niños cómo se forma un cuerpo, sus órganos, sus huesos, sus funciones, sus sitios, pero nunca supimos de qué estaba hecha el alma.
Conclusión
En la vida vamos desfilando como rebaño sin detenernos en la aventura de ir en sentido contrario. No está mal cumplir nuestras metas profesionales ni todo aquello que la sociedad o la familia nos impuso. Pero no nos olvidemos de eso que de niños nos hacía soñar despiertos, soñar que vencíamos la gravedad. Hay quienes van sueltos por el mundo con esa forma de vivir, itinerantes, con ese «amor» contagioso, con esa simplicidad que solo nos hace crecer en paz, y que llegaron para quedarse en un pacto tácito. Vienen para recordarnos que también tenemos ese «amor». ¿No les ha pasado? ♫A veces me apetece alzar mis manos al aire, sé que puedo contar contigo…
Precioso!!!! Siii Paolo que entrada más bella, creo que como tú dices, el amor está, pero muchos lo han resgardado , que alegría poder hacer recordar, reencontrarnos, y encender esa chispa del amor que todos tenemos! Amo y agradezco poder amar tus letras de nuevo y encontrar tan bellos sentimientos implícitos¡ un abrazote mi Paolo!
Gracias mi bella amiga, tu calidez es la que me animó a hacer algo breve pero con mucho significado. Un abrazote para ti 🙂
mmmmm Gracias Paolo!, sentí tu abrazo aquí y ahora.
Que reflexión más linda!
«Alguien con esa paz interior tan atrevida que nos hace entregarnos y contagiarnos.» hay buscarlos y apreciarlos, hay que contagiarse de esa gente,de esa sonrisa hasta poder recuperar el amor. El amor a uno mismo, al juego, a la curiosidad, a los demás, a la vida… la vida es mejor con una sonrisa en la cara que con un escudo en la mano.
Te mando un beso!
Lo mismo he destacado yo..muy cierto y bonito. Paolo es un genio. Un abrazo con mucho cariño.
Gracias, como siempre, la genio eres tu por no perder mi rastro y seguirme pese al silencio y la distancia. Un abrazo bien calentito en este invierno anormal limeño. Espero que estés muy bien.
Tal cual, cuantos de esos preservamos. Y que tal si nosotros podemos ser uno de esos? Amarnos, sin perder el tiempo. Habrá que intentarlo. Un besote!
Paolo, hermosa entrada! De veras que sí, hay que aferrarnos a ese amor y apreciar a las personas que lo contagian. Saludos desde el norte de México, amigo.
Gracias, es así, un efecto en cadena. Seguro que tienes muchos de esos 🙂 Un abrazo desde la capital gris de Perú. Ansío mucho conocer tu país. 🙂
Pues arráncate para acá!! Sí he de admitir que el sur, tan verde y pintoresco, es más bonito que mi norte, pero uno aprende a querer el desierto también 🙂
Que grande Paolo,esa sombra que siempre nos sigue allí donde vamos y nunca nos deja como un ángel de la guarda, esa que nunca deja que nos derrumbemos del todo.
Un abrazo desde Barcelona.
Gracias por comentar. Un abrazo desde Lima.