No me quites la esperanza que me diste,
ni la ilusión de volver a verte a mi lado.
No te vayas, no te lleves todo lo que en mí hiciste,
quédate una vez más aunque sea descabellado
Estamos ya en las jugadas finales, el jaque mate es inminente y aun así, al estilo kamikaze, arriesgamos cada pieza que tenemos para intentar ganar lo que antes hubiera sido una victoria compartida. En las postrimerías del amor, el egoísmo se presenta camuflado en la búsqueda de todo aquello que nos hizo bien, sin importar si aquello pudiera lastimar a la otra persona. El rechazo a dejar de lado una relación que incluso habiendo sido dañina se presenta como mesiánica, en un sube y baja impredecible, muchas veces inconstante e incoherente, como la vida misma. Y esto, en conjunción con nuestra inexperiencia y determinado contexto de temor y estrés, dará como resultado un final en donde la pasión se juega todo y el dolor será matizado por cada recuerdo. La parte final de un amor, el vuelo y la partida, el adiós y la resignación.

Mario Benedetti – Lo que necesito de ti – «No sabes cómo necesito tu voz; necesito tus miradas aquellas palabras que siempre me llenaban, necesito tu paz interior; necesito la luz de tus labios ¡Ya no puedo… seguir así!»
Era de esas personas que podían calmar cualquier tempestad con solo una mirada, su ternura podía derretir cualquier hielo polar en cuestión de segundos. Su forma de entregarse no se condecía ni se condicionaba, era total, un libro abierto pese a que la vida le había demostrado que no todos merecían leerlo, pero allí estaba. Y también era exigente, como quien está siempre en altas expectativas y no baja su estándar. Sabía de todo un poco, y lo que no, lo indagaba, tenía esa sed tan encantadora de querer saber de más. Y cuando parecía una persona perfecta, cometía errores, y eso le hacía más perfecta aún. Sonreía poco, pero cuando lo hacía era como un fenómeno astronómico, una fiesta en el cielo, adornado por el misterio que encerraban sus ojos. Trataba de ocultar sus heridas para hacerse más fuerte, pero su rudeza estaba en todo aquello que la empujaba hacia adelante: su principal motivación, el amor.
Tener que aprender a dejar ir siempre es un tanto injusto, sobre todo cuando ni si quiera tuvimos tiempo de entender las razones de la separación. Ese momento es desconcertante: shock para el alma, malestar para el cuerpo. Suposiciones de un pasado que pudo ser y esperanza incoherente sobre un futuro que, sabiéndose improbable, sueña despierto con volver a juntarse y probar suerte. Somos adictos al amor, más en sus finales. Adictos a la pasión, al cuerpo al que nos amoldamos, a los besos antes de dormir, a esos brazos que nos recibieron. Somos de costumbre, y nos cuesta dejar las costumbres. El amor que nos tocó vivir no volverá, no así como pasó, no será más ni estaremos ya en el mismo lugar.
Conclusión
Una vez más habrá llegado el otoño a nuestro corazón, el ciclo del adiós, el inefable «tener que olvidar», como si fuera un programa de lenguaje de computadoras. Seguimos el recetario que nos dan nuestros amigos, fallamos. Puede más esa adicción sensorial que se reactiva con un solo clic en la foto equivocada –sí, claro, «equivocada»–. Y aunque la otra persona lleve la felicidad como bandera y haya logrado su propósito, ser espectadores no nos place si no fuimos nosotros los autores, egoísmo deleznable. Es en los finales del amor en donde descubrimos todo lo que el sentimiento se encargaba de tapar, pero sabiendo incluso ya nuestros errores nos atrevemos a decir: ♫ y sólo yo quiero que seas mía otra vez. Y aunque llore mi corazón, nunca te olvidaré…
Tocaste lo más profundo de mi alma, lloré de emocion y sentimiento, a veces amamos tanto al amor, que inclusive.en los finales estamos pegados, tal.vez sí, tal.vez nos gusta vivir una y otra vez.los finales del amor o las relaciones bellas e intensas, porque sólo en el final sientes más emocion como cuando llegas a la parte más alta de la montaña rusa para caer..en ese.preciso instante se siente más….tal vez ya hasta estamos condicionandonos para vivir el amor de estal forma…siempre en sus principios y finales por el alto grado de emocion y sentimiento, linda entrada!!! Escribes de una formaaa, TQM Pablo!
Falto decirte que como la describes a ella y a ti es.hermoso!! Amo tanta dulzura!!!!!
es en esos momentos en el que te das cuenta de que llegó la cruel pero justa hora de «dejar ir». Un abrazo, gracias por el cariño!