El refugio después de las travesuras,
la sabiduría ante las indecisiones de la vida.
El ejemplo marcado por la admiración,
la inolvidable sonrisa de amor y esperanza.
Una vida no será suficiente para darte las gracias…
A todos nos llega el momento de entender que la vida está inmersa en un complejo cajón misterioso de llegadas y despedidas, que son sorprendentes en la alegría y el dolor, y que, muchas veces, no estamos listos para aceptar: ¿Acaso habrá que estar listos para todo? Si la vida es una sucesión de estos eventos, aferrarnos a los personajes que nos marcaron es solo parte de la naturaleza, pues somos animales de costumbres. Sin embargo, cuando la vida nos da un estoconazo, como lo es acercarse al momento del fallecimiento de un abuelo, pareciera que nuestro corazón también fuese a apagarse junto con ese ser de mágica sabiduría. Y las fuerzas parecen derrumbarse en soledad, no encontramos consuelo en frases ni abrazos de compasión. No existirán palabras adecuadas ni oraciones capaces de desmantelar esa bomba que es la injusta sensación de seguir aquí después de su partida. Parece que se van y nos dejarán la última gran lección: el amor es también aprender a dejar ir.
Y nos atormentamos con suposiciones innecesarias sabiendo que no cambiaremos el trágico presente. Y no podemos contener las lágrimas porque caen al ver que su vida se apaga frente a nosotros. ¿Dónde quedará todo ese cariño que nos entregaba con los más tiernos detalles? ¿Cómo podría agradecerle el haber sido tanto en mi vida? ¿Acaso hay que conformarse con una última señal de afecto? Acompañarle hasta el último momento significa enfrentar los miedos y no temerle a una enfermedad que intenta opacar los recuerdos de un superhéroe particular. La imagen de fortaleza y la sonrisa como insignia del amor son ahora espejismos en esa cama donde casi nada parece quedar, sin embargo, en estos momentos estás haciendo una más de tus travesuras: inmortalizas tus recuerdos en el corazón de quienes ahora, unidos en la angustia de verte partir, guardamos el cariño que tanto nos repartiste. Ahora te llevo en mí orgulloso de haber sido una parte chiquitita de tu vida, de haberte devuelto, aunque sea, un poquito de todo eso que me diste. Ahora lo atesoro y lo valoro. Estoy contigo porque tú estuviste siempre para mí.
A lo mejor la vida es despertarse de ese mal sueño que es el sufrimiento, para aceptar con el día a día que el ocaso de una existencia no es el necesariamente el final de un amor, sino su inmortalización. Es saber reconocerle que todos pudimos equivocarnos, pero que al final solo trasciende el amor. Que no importan ya las distancias si aún estamos a tiempo de tender los puentes al corazón. Dejar ir es hacernos grandes en un mundo indiferente, es amar después de haber amado. El adiós no es el final, es el principio del cuento que le diremos a nuestros hijos, es el «había una vez…», es nuestra imaginación siempre volando al lado de quien nos enseñó a volar, a creer, a soñar.
Conclusión
En la agonía de nuestros seres queridos se nos va un poquito de vida, perdemos durante la transición hacia el adiós que no queremos aceptar. Una situación donde valoramos la tenacidad de los que se bancan nuestra angustia y destierran nuestros malos pensamientos, aunque queramos estar solos. Aceptar la muerte es incluso sonreír durante el más lúgubre del padecimiento, aceptando que es una etapa de respeto por quien ya dio todo. Sabemos que no es fácil dejar ir, que aceptar la partida es reconocerse frágiles, que nadie va a comprender ese dolor. Sin embargo, el adiós no es el punto final, es el inicio de la era de un corazón con memoria, un corazón que recordará y honrará hasta el final. Es un adiós con energía, es un adiós con esperanza, como transmite Piazzola en ♫adiós Nonino
PD: Y ya que no puedo, si quiera, estar a un paso tuyo para hacerte entender que debés seguir andando, te dejo estas palabras como aquel paraguas para que las guardés hasta que un día, una vez más, hayas aprendido a ser grande, más grande que todo lo que siento por vos.
A todos nos llega el momento de entender que la vida está inmersa en un complejo cajón misterioso de llegadas y despedidas, que son sorprendentes en la alegría y el dolor, y que, muchas veces, no estamos listos para aceptar…..Muy cierto, lo entendemos pero no sabemos a aceptorlo. Quizá precisamente por ello nos levantamos una y otra vez, empezando de nuevo.
tú sí que me entiendes 🙂 un fuerte abrazo!
Síííí…que te entiendo. Desde la primera vez sigues mi amor incondicional.
Hermoso texto.
Gracias! Saludos.