El momento menos pensado,
sin evidencias ni testigos.
Cuando la suma de dos se convierte en uno
no existirá olvido que oculte lo vivido.

Cultura Profética – Para estar – Prometo besar cada lunar que hace lugar en tu cuerpo, perder la cuenta y comenzar de nuevo
Todo empieza con un juego tonto, entre la curiosidad y las ganas de escapar de la rutina. Donde no hay perdedores ni reglas claras, solo disposición. Uno de esos juegos que parece inofensivo pero que acaba desnudando las debilidades de los participantes, dejándolos en una situación de entrega inminente. Cuando dos se buscan de una manera que nadie más entiende, es inevitable que arranque la ilusión, sin frenos ni reproches. Así está escrito en los que son capaces de darse sin medidas, los que sueñan sin barreras, sin filtros. Esos que pueden elevarse, conscientes de las consecuencias, sin miedos. Así van ellos, atrevidos y hasta desapercibidos. Tras la derrota de los peros solo les queda volar sin mirar hacia abajo, en una travesía que por más que quisieran compartir, únicamente les pertenece solo a los dos.
Tal vez sea la complicidad de la noche y el silencio, la esperanza de un reflejo a la distancia, o, incluso, la indiferencia de un entorno que parece ignorar el deseo anidado de un cariño sin par, que yace oculto. A veces solo es curiosidad y alguna copa de más que nos desinhibe de manera exponencial. Cualquiera que sea la causa, empieza a surgir una atracción casi magnética que les obliga a acercarse sin que importe lo demás. Se deleitan lentamente con confesiones que ejercen más deseo. No hay nada más poderoso que las palabras adecuadas mientras una mirada fija cruza la piel. Así lentamente se olvidan de las ataduras, y, sin que importe algo más que el momento, llueven los besos como cae el aguacero tras una sequía que parecía interminable. Los besos que liberan y redimen, que desnudan sin intervención alguna.

Germán Renko – «Habría que aprender a besar a una mujer donde inicia su locura y empezar a amarla donde termina su oscuridad.»
Colapsa todo a su alrededor y quedan estos dos que se alimentan de caricias y miradas. Sus atuendos se pierden en la oscuridad, mientras sus cuerpos, incendiados y húmedos a la vez, se sincronizan en movimientos, como si se hubieran preparado para esto con antelación; respirando de sus pieles, saboreando los latidos acelerados por la increíble situación de complicidad. Una sonrisa tras otra, escondiendo el nerviosismo y mostrando el corazón. La mirada felina que hipnotiza y que guía el paso de unos besos que no se limitan a lo convencional, al igual que unas manos que dejan sin palabras al pasar por cada jirón, intercambiando el control, multiplicando la tensión. ¿Acaso esta historia continuará? Eso no importa ahora, toca arriesgarlo todo hasta rendirse entrelazados, huyendo de las reglas y las diferencias, aunque sea una vez, para siempre.

Mario Benedetti – Te quiero como para escuchar tu risa toda la noche y dormir en tu pecho, sin sombras ni fantasmas, te quiero como para no soltarte jamás.
Conclusión
De esos que no se olvidan, de esos que se ocultan por discreción y no por vergüenza, de esos que en la complicidad provoca repetir sin planificar nada. De esos que en esencia son perfectos, que son adictivos. Que termina sin haber empezado, para repetirlo, aunque sea en sueños. Esto que ocurre tan a menudo para algunos es para nosotros único. ♫Este secreto que tienes conmigo nadie lo sabrá
Excelente entrada como Pablo! Es hermosa la forma en que expones ese tipo de secreto que se lleva muy dentro en lo más profundo y que son realmente iimportantes. Me encantó «De esos que en esencia son perfectos, que son aditivos.Que termina sin haber.empezado, para repetirlo, aunque sea en sueños» Me encantó toda la entrada! abrazos!
Oye Pablo esa canción es genial! gracias por compartirla 😉