Voy porque quiero estar contigo sin importar lo que cueste.
Voy porque así me lo dice el corazón,
aunque no lo entienda.
Me cuesta entender cómo sería mi vida sin aquella mágica persona que es capaz de vencer mi tristeza con unas cuantas palabras a través de un mundo digital. Si tal vez le di tantas llaves para entrar a mi corazón y ayudarme a espantar los fantasmas y miedos, ha sido porque no tenía otra opción más que confiar, incluso, cuando ella aún no aprendía a confiar. Quizás, este sea el lazo más firme de todos los que pude hacer en mi vida, y se basó en una simple promesa de corazones jóvenes: «Yo no te dejaré solo». Hoy, que la soledad en mí gana terreno y veo en las hojas del pasado una historia llena de emociones, sabiendo que mi tarea parece haber sido cumplida, me pregunto si aún seré necesario o si quedaré como las estrellas en el cielo, convirtiendo esta promesa en un sentimiento omnipresente. ¡Cuánto quisiera sentir una vez más un abrazo que pueda hacerme creer que todo va a estar bien!
Ella tenía en sus palabras dudas y miedos, temores ocultos tras libros y mucho trabajar. Soñaba con esperanza contagiosa, aunque los errores le hacían desesperar. Se exigía hasta sobrepasar sus límites, aunque con su carácter disimulaba su ansiedad por encontrarse perdida, o, peor aún, sola. Así era ella cuando la conocí, nada parecida a quien es hoy y que está próxima a cumplir uno de esos sueños, el cual pensaba no iba a lograr: Ella estará de blanco y yo estaré allí para aplaudirla y regresarle ese abrazo lleno de paz y esperanza. Es inefable el sentimiento que llevo mientras recuerdo su calidez, así como inexplicables son las lágrimas que caen cuando la soledad me llena en la oscuridad de una habitación vacía. Y, por simple vergüenza permanezco incapaz de poner esa señal en el cielo que ella tantas veces puso para que yo me convierta en su mejor amigo. Perdón por ello.

Isabel Allende – Ella era una criatura romántica y sentimental, de pocas amigas, capaz de emocionarse hasta las lágrimas cuando florecían las rosas en el jardín.
Entonces, llega ese momento en el que, como siempre, con su magia aparece y le puedo decir frente a frente con humildad:
A veces, cuando me siento solo y te siento inalcanzable, recuerdo con emoción cómo una completa extraña puede transformarse en una estrella particular, y ser quien guíe sin saber exactamente mi camino para vivir nuevas aventuras. Después de conocerte descubrí el mundo de las palabras, hiciste que me sintiera comprendido –desmintiendo así el título de este blog– me presentaste a quienes más amaste, siempre orgullosa de mí. Me hiciste mejor persona, soportaste mis conflictos, me levantaste en la derrota, y, a tu estilo, pusiste una sonrisa, aunque no pudieses ver mi rostro lacrimoso. Y tras todos estos años, hoy me compartes tu felicidad, la que por momentos pareces olvidar que es lo que más me importa. Tal vez ya no me quede mucho por hacer, pero lo que no dejaría de hacer hasta el final de mis días es verte sonreír. Y si algún día sientes que te hago falta, mira al cielo y búscame como tantas veces yo lo hacía incluso antes de conocerte. Cuando me encuentres, ♫entonces muéstrame una sonrisa, no estés triste.