No fueron las palabras adecuadas,
ni las formas, ni el medio si quiera.
No fue oportuno ni justo, no fue sincero,
ni la distancia ni el tiempo.
No dejaste de estar en mis pensamientos.

William Shakespeare – Aprenderás – (…) Después de un tiempo… aprenderás, que el sol quema si te expones demasiado. Aceptarás; incluso, que las personas buenas podrían herirte alguna vez y necesitarás perdonarlas. Aprenderás que hablar puede aliviar los dolores del alma. Descubrirás que lleva años construir confianza; y apenas unos segundos destruirla, y que tú también podrás hacer cosas de las que te arrepentirás el resto de tu vida. (…)
Ellos tenían una peculiar forma de quererse, como si estuviera implícito el amor en cada encuentro, en esas miradas firmes y esos abrazos interminables, camuflando un sentimiento de grandes entre juegos de niños. Sus citas tenían ternura e ilusión, incluso cuando discutían apasionadamente sobre sus puntos de vista discordantes, sin importar el lugar o las horas. Simplemente se las ingeniaban para andar ebrios de tanto sonreír, olvidando muchas veces todo aquello que les había hecho mal antes de verse. Aún así, no eran almas gemelas, ni tenían tantas cosas en común. No eran una pareja de selfies pero sí de poesías; y siempre entre cuentos y anécdotas, sus niños interiores se entendían perfectamente. Con el pasar de los años creció ese cariño incondicional junto con las dudas. Esa asíncrona conexión se vio en jaque cuando uno de ellos empezó a plantearse otros sentimientos, sin saber que ese desfase siempre estuvo alternando entre ellos dos.
Cuando ella sonreía él perdía todo tipo de miedos, así de conectados estaban. Su mano sobre la de él era un amuleto que nadie entendería, ni siquiera ellos mismos. Se habían acostumbrado a estar tan juntos que aquella única ruta que los unía se adornó de colores y alegría, entre tantos pactos secretos. Y no quisieron pensar en la brevedad de los atajos, pues disfrutaban jugando con el tiempo. Es increíble como hasta las distancias de una ciudad caótica se reducen con la esperanza. Todo aquello que construyeron alrededor de sus lugares favoritos quedó enterrado por un alud de incertidumbre e indiferencia. Todas las tribulaciones e inseguridades que provocaba la responsabilidad de dar un paso más, hicieron que ella se refugie en un pasado ajeno frente a un presente tan frágil como mágico. Así, esa injusta elección acarrearía en la verdadera separación, palabras sin sentido y un arrebato que, en el colmo de todas las situaciones, pondría al desnudo la verdadera cara de quien decía quererla y quien lo hacía sin saber qué hacer para dejar de hacerlo.
Pasaron así meses y años en el calendario. Ella respetó el silencio exigido, quizás con el sinsabor, quizás a sabiendas de que era lo mejor. Él no tuvo razón ni derecho de haberle increpado sus decisiones, por eso decidió aislarse y volar. Eventualmente, en su recuerdo de este cariño inefable aparecía siempre una sensación de nostalgia, como un hechizo interminable lanzado desde la adolescencia, o quizás con mayor anterioridad. Y cómo fiarse de lo que aparentaba en las redes sociales, como fiarse si ya no podía confiar. Desde el destierro solo le quedaba observar aquella sonrisa que todo lo transformaba y esos últimos besos incapaces de echar la suerte a su favor. El amor, para él, se escribe en la piel con una certera descripción: es poder intercambiar sonrisas incontables, pintadas en cualquier rincón junto a ti, que no temes arriesgarte a sonreír conmigo.
Después de las heridas, para qué buscar culpables y víctimas si finalmente solo obedecieron a los rumbos que no se quisieron ver a tiempo. Para qué buscar evitar el sentimiento si es natural, y no terminará. De qué sirve intentar una vez más si ya nada va a ser igual. Lo que importa, después de las heridas y el silencio, es poder volverse a ver y sonreír de una manera sincera y grata. El amor trasciende incluso a los finales no tan felices, aunque solo sea en uno de los dos. Entonces, ♫(…) hoy te vi feliz, eso es lo que importa aquí
Preciosa entrada Pablo. A veces aunque no entendemos todo lo guiado por el sentir buenas o malas decisiones en cada momento tienen su razón de ser. Lastimosamente hay cicatrices que aunque ya estén curadas, han dejado un histórico como cicatriz para que no cometamos errores, siempre por lo menos de mi parte intentare dar lo mejor y a veces lo mejor es dejar ir a esas personas que queremos pero a las que tal vez podemos arriesgar a dar algo negativo, todo mundo dice que nos deben amar como somos, eso es verdad, pero eso no significa que no cuidemos a las personas de nuestros lados oscuros, de nuestros defectos, en el mundo muchos no piensan en nadie, solo en ellos mismos, como otros que son capaz de cuidar a las personas queridas al saber que les brindarán malos ratos y por culpa quizá de cicatrices y los miedos…se ofrezcan más cosas malas que buenas, entonces se llega a un punto cuando en verdad queremos, que debemos incluso cuidar a esas personas que queremos de nosotros mismos, y lo mejor es dejándolas lejos de ti. Siempre habrá más, después de la apariencia y lo único que importa es saber a esa persona feliz…sin un nosotros que ya no brinda tantas sonrisas. Como dice la frase, a veces el mayor acto de amor es dejarlos ir…y realmente lo es cuando se está pensando en lo mejor para dos personas cuando es mas lo malo que lo bueno cuando están junotas y luchas pero no hay cambios, vale más aportar con un cambio y alejarse y dejarlo seguir su camino llevándolos siempre en nuestro corazón y tal vez más adelante cuando esas cicatrices y muchas cosas más mejoren se vuelvan a encontrar y puedan sonreír juntos de nuevo, disculpa por mi comentario tan largo. Un gran abrazo para ti.
Gracias Damaris, un abrazo!
Otro abrazo inmenso para ti
Me ha encantado.
Gracias Txaro, vuelve cuando gustes 😉