Pánfilo

Aguardaba ese momento del día para verte sonreír,
para mí eso era todo.
Aguardaba la calidez de tu mirada,
aunque siempre fui invisible para ti… o eso creí.

Julio Cortázar – Si me ves por alguno de tus pensamientos, abrázame que te extraño

Julio Cortázar – Si me ves por alguno de tus pensamientos, abrázame que te extraño

No tuve el valor de mirarte a la cara y decirte que te quedes conmigo. Quería que me eligieras, que apostases por mí por lo bien que nos sentíamos todas las veces que nos vimos y aquellas que estuvimos juntos con solo pensarnos. Que la naturaleza del cariño cediera ante la razón, que la lógica se rindiera ante el sentimiento, así como la fuerza de la costumbre y la mismísima rutina. Estaba implícito con aquella cercanía y toda esa confianza que los demás notaban como algo desbordante y hasta peligroso, que te quería sin medida y con urgencia. Que bastaba una sonrisa tuya para que mi cielo estuviese lleno de estrellas fugaces y poesía. Por momentos, estuvimos los dos en él, como destinados a la fugacidad y al ocultismo. Como si el querernos así fuese delito y tuviésemos que rechazar cualquier encuentro a plena luz. Cómplices de la carencia de tiempo, en nuestra querencia de los medios modernos, la resignación y la esperanza se conjugaban como lo hicieron nuestros labios cuando alguna vez bajamos la guardia y el pudor. ¿Fue acaso producto del desenfreno el error más acertado o fue lo más real y único que pudo ocurrir entre los dos?

Ninguno de los dos quiso aceptar que hubiese algo más que un cariño original, único y, por momentos, indecible. Nadie nos entendía, pues teniendo toda esa mezcla de comprensión, preocupación por el otro y hasta cierta dependencia inherente, nunca terminábamos de estar listos para algo más. Nos quedábamos respetuosos de los espacios, de aquellos silencios insinuantes ante la mirada, como la misma presencia atrevida y cada vez más cercana por momentos. Lo peor para mí era imaginarte porque allí podías ser mía sin barreras ni ecos de consciencia, aunque tú no lo sepas. Mientras que todos parecían darse cuenta de que ya tenía todos los síntomas de padecer una locura sin fin, este delirio empezó a tumbar la estabilidad. Poco a poco nos turnamos para lastimarnos por la inseguridad que implicaba para la amistad un abrazo interminable o un beso en la mejilla en cámara lenta en el pórtico de tu casa. El atrevimiento nunca volvió a ser tan tierno después de ti.

Liniers – Lo mira… espera que no se dé cuenta. No lo mira. Lo mira, pero un segundo no más. No lo mira. Lo mira… él está mirando para otro lado. ¡Opa!... Creo que me estaba mirando…

Liniers – Lo mira… espera que no se dé cuenta. No lo mira. Lo mira, pero un segundo no más. No lo mira. Lo mira… él está mirando para otro lado. ¡Opa!… Creo que me estaba mirando…

Hoy, desde el destierro, solo puedo contemplar las cartas que no pude entregar, las explicaciones a mis momentos más fríos cuando tenías ganas de que solo sea un amigo, uno más. Me quedo con la épica victoria de un beso espontáneo, tal vez dos, tras el enredo de dos manos que conocían cada línea como un poemario único. Ni qué decir de las caricias sin hoja de ruta ni frenos de emergencia, y la tenaz lucha por recuperarte tras tu distanciamiento que no pudo ser tan estricto como el mío, porque yo te quise más, siempre fue así, aunque no fuese por presumir ni por mera voluntad, sino que no tenía otro sentido vivir si no era dándolo todo por ti. Aquí están los recuerdos con sabor a postres de una cafetería cualquiera, las caminatas bajo el bosque, las incontables bromas tontas de dos niños que crecieron sin pedirlo, y, sin saberlo, se amaron a destiempo, incluso, prohibidamente. Hoy, tras toda esa lluvia con deslizamientos de nostalgia, mi mayor peligro no es la muerte, sino olvidarte. Temo no recordar cómo tus ojos me miraban, o cómo era el sonido de tu sonrisa cuando te decía que eras tú quien sacaba lo mejor de mí. Y ahora sólo me queda decirte que te quiero, y te extraño, aunque solo pueda mirar al cielo buscando una luz que me diga de regreso: «Yo también».

Oscar Wilde – Siempre me vas a querer. Yo represento para ti todos los pecados que nunca has tenido el coraje de cometer.

Oscar Wilde – Siempre me vas a querer. Yo represento para ti todos los pecados que nunca has tenido el coraje de cometer.

Vamos por caminos que son inescrutables, producto de decisiones que son acertadas, aunque no lo parezcan. Vamos escogiendo, aunque no siempre seamos elegidos, entregando más de lo debido hasta que aprendemos a calibrar. Vamos recordando y olvidando, en un mercado sentimental lleno de experiencias, inflación y expropiación. Nos llegará la intriga y la descompensación. No te preocupes, todo pasará. Mirar hacia atrás es natural y hasta adictivo, pero no sucumbas ante la debilidad, hay algo más adelante que es tuyo y empieza por ti. Mientras tanto, también disfruta de echarle de menos, a veces sirve para aprender… Y hoy que enloquecido vuelvo buscando tu querer no queda más que viento…

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Acerca de PaoloCesare

Calmo, analítico, consejero, buen compañero, gran amigo (eso dicen, no les crean). Me atrevo a escribir para compartir y aprender con Uds.
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9 respuestas a Pánfilo

  1. laacantha dijo:

    ….Vamos escogiendo, aunque no siempre seamos elegidos, entregando más de lo debido hasta que aprendemos a calibrar……No aprendo. Pero siempre para mi …Fracaso es un punto de referencia. Un abrazo y mil besos .

  2. laacantha dijo:

    He releido tu entrada, es lo que también me gustó mucho…. Estaba implícito con aquella cercanía y toda esa confianza que los demás notaban como algo desbordante y hasta peligroso….

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