Minutos antes de la última parada, llegó la ilusión.

Liniers – En las películas, en las novelas… las personas destinadas a encontrarse… tarde o temprano se cruzan y se enamoran, y todo eso. Estas cosas también pasan en la vida real… de vez en cuando
Ella tenía la mirada serena, las cejas delgadas que techaban sus ojos inefables llenos de misterio y alegría. Me gustaba mirarle a escondidas, como un torpe acosador que la contemplaba desde escasos metros y se olvida de cuánto tiempo es lo convencionalmente correcto para quedarse viendo a una persona sin ser sospechoso. Me enamoré prontamente de sus orejitas élficas -sí, torpe adjetivo- que sobresalían de su cabello lacio como un cuarto menguante y creciente, recordándome cuánto me gusta la noche. Y así, como un día primaveral, ella podía llenar de colores cualquier habitación con solo sonreír y, al mismo tiempo, provocar la atención de cualquiera que se atreviera a mirar, si quiera, la dirección en la que ella iba. Su voz denotaba seguridad, aunque también cierta nostalgia. Me costó tiempo entender que alguien así también podía guardar penas. ¡Qué injusto sería -me dije- nublar el sol de su alegría!
El azar nos juntó, o al menos eso me hizo creer. Se acercó invadiendo mi espacio, no tuve escapatoria. El ciclo de preguntas y respuestas rápidamente reflejaron la necesidad de compañía y la complicidad, olvidándonos por un momento del entorno y del tiempo, como si el minutero hubiese decidido tomar una siesta. Recuerdo perfectamente que, en ese primer contacto, sonaba en mis audífonos una canción que posteriormente se convertiría en una especie de himno personal. Una mini-victoria fue, para mí, el hecho de poder mirarle a los ojos teniéndola al lado, como quien intenta mirar al sol directamente. Y, en mi torpeza, descubrí que pese a los años aún me puedo poner nervioso al ver unos ojos transparentes, como cristales empañados únicamente por quienes no parecen entenderles. Las palabras fluían, pero el corazón, paralizado, intentaba en vano despertar del knock out. Así tenía que ser, era mentira aquello de los momentos y lugares adecuados.
¿Qué son 3 minutos, o toda una vida, si al final no somos capaces de arriesgarnos? ¿Si no sentimos con todos los sentidos puestos en nuestras vivencias, en el ahora? ¿Para qué mantenernos al borde, como observadores de un experimento ajeno, como si no fuera a tocarnos nunca? Solo arriesgando sin importar los resultados finales podemos sentir que hemos vivido de verdad, sin expectativas ni suposiciones, sin pensar en el qué dirán, sin dejar de lado nuestros roles ni lastimar a nadie. Hasta una caricia, una mirada, o tan solo un intercambio de palabras, podrían ser simples detonantes en la imaginación de un alma libre, y alimento del recuerdo de los soñadores. Quedará la esperanza, o tan solo el sabor de sentirse vivos sin traicionar a nuestros propios ideales. Arriesgarse es darse a sí mismo el «sí, acepto». Es comprometerse a que, pase lo que pase, volveremos a ponernos de pie por nosotros mismos.
¿Cómo haces que algo que parece nada trascendental marque la pauta para un cambio, o tan solo lo tomes como una oportunidad para decir «ya basta» y regalarte la oportunidad de volver a empezar? Tomé los sentimientos que ella potenció y los guardé en pensamientos que apliqué en dosis diarias para dar un salto en mi vida, luego de alejarme de aquel encuentro inesperado. Y guardo la ilusión de que ella hizo lo mismo en su vida casi subordinada, tras haberme permitido, con algo tan sencillo, comprender que a veces solo toca seguir y dejar ir. ♫y todo está cayendo en su lugar y entonces nos movemos de nuevo, así que toma la curva y avanza hasta que nos hayamos ido…