Era la historia de dos que sumaron más que eso,
era la historia distinta, de valor y constancia,
era el amor, ese, del que no se puede escapar.
Pasaron tres años desde la última vez que la curiosidad y la complicidad les jugaron una pasada. Aunque, en aquel entonces, no estuvieron listos para avanzar, quedó entre los dos un aroma de recuerdos de pasión y, algo que pocos pudieron notar: una amistad dispuesta a soportar todo. Únicos, en toda la extensión de la palabra, supieron complementarse y aprender. Aunque fue el tiempo el ingrediente principal para que esta historia continuara, quedará remarcado junto con el hecho de hacer cosas imposibles, distintas, o simplemente, complejas para volver a alcanzarse. Sus miradas y caricias, sus bromas y su fe. Compartieron todo en tiempo récord, en nombre de un amor que no pidió serlo y que surgió como aparecen las mejores cosas en la vida: inesperadamente.
Fueron conscientes de que se acercaba una gran amenaza, no les importó. Y es que esta reciente proximidad iba a tener fecha de caducidad. Contra todo pronóstico, ella decidió acelerar el paso y convivir a tal punto que cada noche juntos lograron reconocerse el uno en el otro, entre besos y caricias, de dos apasionados que recorren una ciudad fría para tornarla cálida tras cada uno de sus pasos. Ella tenía la chispa adecuada, él, el potencial suficiente para incendiar sus miedos. Incrédulos acerca de toda esta experiencia, sumaron entre ellos sus soledades llegando a una cuantiosa cifra de cariño, respeto, sueños y crecimiento. ¿Qué es todo ese magnetismo y esa respiración acelerada tras cada beso? Como dos adolescentes descubriendo el primer amor, o, como dos sujetos dispuestos a caminar con los ojos cerrados, confiados por la presencia del otro. ¿De dónde salió tanta ternura? La última noche, ella pronunció las palabras que él no podía creer: «Sigamos, hasta que volvamos a estar juntos, hasta que los dos podamos.». En ese momento él supo que no había ninguna persona como ella, pues vio en sus ojos el anhelo sincero de no separarse de él, en un pacto tácito de protección y deseo. Y las lágrimas solo le hicieron ser fuerte y tomar el control. Se miraron a los ojos y afinaron esa promesa de amor, de un amor que no vieron venir y que no dejarán ir.
Estos días contigo he descubierto muchas cosas en mí. Debo admitir que todo este tiempo en soledad me creía capaz de estar a la altura de una relación, y fallé pensando aún desde mi «yo» y no como ahora somos: más que dos. Muchas veces las palabras que nos decimos significan distintas cosas, pero al mirarte entiendo todo. Echaré de menos leer en tu sonrisa las más lindas explicaciones. Y es que yo te creo todo. Hemos pasado tanto en tan poco tiempo, que es imposible no verte aquí, aunque estés por partir. Pero no me malinterpretes, no es una despedida. Es solo el principio de esa lucha que me propones que hagamos juntos hasta que vuelvas a mí. ¿Y si me toca ir?, ya lo veremos, ya nos lo dirán esos latidos. Por ahora, solo entreguemos con humildad y sinceridad nuestro cariño como lo hemos hecho estos días. Y aunque mis dedos ya no jueguen con los tuyos, o si ya no nos quedan excusas para encontrarnos, no olvides que un día decidiste vencer tus miedos. Esa acción ya me dio felicidad por el resto de mi vida. Te quiero.
Tuvieron tiempo para todo, hasta para prometerse en un abrazo extenso el hecho de volver a verse. Su historia, llena de secretos no tan ocultos, trasciende únicamente con el hecho de ser sincera, sin importar barreras ni miedos. Ni principios ni finales, solo sueños de seguir sumando, de vivir como cómplices, entre canciones que rezan algo así: ♫Si tu corazón me guarda no habrá fuerza que me aleje. No sé qué nos traiga el mundo, ni el destino, ni la muerte. Solo sé que desde tu alma, una música me invita a navegar entre tus manos, por el resto de mi vida
No se porque no había leído ésta entrada, si amo tus letras, preciosas letras Pablo.
Muchas gracias 🙂